martes, 25 de mayo de 2010

PTERODACTYL (USA, 2005)

Dirección:  Mark L. Lester. Intérpretes: Cameron Daddo (Prof. Michael Lovecraft), Coolio (Capt. Bergen), Amy Sloan (Kate Heinlein), George Calil (Serling), Ivo Cutzarida (Yolen), Steve Braun (Willis Bradbury), Mircea Monroe (Angie Lem), Jessica Ferrarone (Zelazny), Danna Lee (Gwen Kemper), Howie Lotker (Jason Donaldson). Duración: 80 minutos.

Síntomas: Un grupo de estudiantes en paleontología, dirigidos por el profesor Lovecraft (sí, como el escritor), se dirigen a un volcan al norte de Turquía en busca de fósiles. Al mismo tiempo un comando estadounidense opera por la zona en busca de terroristas internacionales (ya se sabe que es la actividad favorita de los yanquis). Como no hay dos sin tres, las convulsiones del propio volcán dejan al descubierto un buen número de huevos de Pterodáctilo. El encuentro de los tres grupos no se va a hacer esperar.

Diagnóstico: Ya en la anterior reseña a propósito de Una fría noche de muerte , mencionaba cómo en la década de los 70 el género fantástico era tratado en el ámbito de la producción televisiva con gran conocimiento de causa y un cuidado especial a través del trabajo de grandes profesionales en todos y cada uno de los apartados: intérpretes, directores, guionistas... que venían a continuar el trabajo que los grandes artesanos de la serie b habían ejercido (y seguían haciéndolo) en décadas anteriores. Por el contrario, el título que ahora nos ocupa me viene al pelo para mostrar la paulatina banalización de este tipo de propuestas, así como la involución alarmante en estos últimos treinta años del espectador medio de televisión, habida cuenta de la frugalidad de estos y otros productos.

Pterodactyl es una tv-movie que se adscribe al género "dinosaurio resucitado ataca a la humanidad" que tantos y tan gloriosos ejemplos nos ha regalado en la historia del séptimo arte empezando por esos dos títulos tempranos (y muy probablemente todavía hoy los mejores) que son El Mundo perdido (1925) y King Kong (1933). No obstante, y tras el colosal estreno de Parque Jurásico la proliferación de reptiles de grandes dimensiones proliferaron cada vez más y casi siempre con títulos bien poco estimulantes: tiranosaurios, dragones de Komodo, pteranodones, diplodocus... cada bicho prehistórico, preferiblemente de gran tamaño y malas pulgas, parece ya tener su título particular y el Pterodáctilo no podía ser menos.

Hasta ahora artista invitado en otras producciones (la citada King kong, La tierra olvidada del tiempo  o En busca del valle encantado, por poner unos pocos ejemplos), el Pterodáctilo se convierte aquí por primera vez en el protagonista absoluto de la función. Técnicamente hay que advertir que estos reptiles alados no solían tener más envergadura que la de un cuervo y en realidad el mayor reptil volador del que se tiene constancia es el Quetzalcoatlus, perteneciente al cretácico y que curiosamente sí cuenta con un par de interesantes títulos como son The Flying Serpent (Sam Newfield, 1946) y la más conocida por estos lares,  Q, La serpiente voladora  (Larry Cohen, 1982).

Pero obviando estas cuestiones meramente técnicas volvamos a la película que es de lo que se trata. Su responsable es un viejo conocido, Mark L. Lester, productor y director que contó con gran popularidad en la década de los 80 merced a títulos tan conocidos como Curso 1984, Ojos de fuego (adaptación de la novela de Stephen King del mismo título), Comando (con un Schwarzenegger ya lanzado hacia el estrellato) o Armados y peligrosos. A medida que la era Reagan se iba difuminando, los productos de Lester, siempre con un tufillo fastizoide, (llegó incluso a defender en unas declaraciones la justicia popular fuera de la legalidad, como así trata en su Justicia Extrema, de 1993) irán siendo (casualmente o no) relegados al mercado directo del video de donde nunca más salió, hasta la fecha. De hecho, en esta historia de paleontólogos despistados y dinosaurios infográficos, Lester se las apaña para meter a un comando norteamericano (¡en el norte de Turquía!) en su incesante lucha por el acoso y derribo de cualquier grupúsculo terrorista. Su trabajo aquí como realizador es total y absolutamente anodino, sin pulso alguno, que denota un alarmante desinterés o desgana por la labor que se está realizando. Circunstancia que queda refutada por el hecho de que haya tardado cinco años en volverse a poner tras una cámara aunque haya mantenido su incesante labor como productor.

El reparto es igualmente gris, con el insulso Cameron Daddo como el paleontólogo protagonista. Daddo es ese tipo de actores al que no le pones nombre pero que inmediatamente te suena de haberle visto en multitud de olvidables productos televisivos. Por poner dos ejemplos recientes, suyos son los protagónicos de Category 7: The End of the World o El exorcismo de Isabella , films igualmente mediocres. Su trabajo es tan funcional que jamás logra que lleguemos a simpatizar con su personaje. Poco que destacar del resto del reparto como no sea de la rubia tonta (no podía faltar en una producción de este tipo) que protagoniza Mircea Monroe y que proporciona (a costa de su neumática anatomía) los escasos momentos de regocijo en la cinta. El cantante Coolio, que encarna al capitán de los marines, y la protagonista femenina interpretada por Amy Sloan cumplen con oficio su funcional cometido.

El guión, perpetrado por Mark Sevi, cuyos poco estimulantes créditos incluyen la cuarta parte de Ghoulies o nuestra entrañable Arachnid  (con la que tiene varios puntos en común), proporciona innumerables momentos divertidos merced a su falta de lógica y rigor a todos los niveles. Aquí Sevi logra lo que parecía imposible: que la aparición de un Pterodáctilo en nuestros días sea el suceso más creíble de todo lo que acontece a continuación. Diálogos sonrojantes jalonan, por su parte, cada pequeño momento de respiro entre los protagonistas. ¡Ah! Sí. Y todos los personajes tienen nombres de escritores de ciencia ficción, para el que le interese.

Pero no todo es negativo en esta producción, no vayamos a creernos. A decir verdad, a la cinta no se le puede negar cierta honestidad en sus propuestas. Se nos prometen dinosaurios voladores y hambrientos y tenemos dinosaurios para dar y tomar. Los depredadores protagonistas no tardan en aparecer en la acción del film y sus ataques son bastante numerosos y prolongados. Pero claro, lo que en principio puede ser una ventaja al final, dada la poca inventiva de la puesta en escena en dichos ataques,se convierte en mera reiteración que llega a saturar. Y es que además los efectos digitales dejan bastante que desear, como no podía ser de otro modo en una producción de tan bajo presupuesto. De hecho, cualquier producción Harryhausen de tres ó cuatro décadas antes supera con mayor realismo (y desde luego, magia) la interrelación entre personajes reales y criaturas animadas.

A pesar de todo ello, y para concluir en positivo, Pterodáctyl puede suponer un entretenimiento frugal pero efectivo para las calurosas tardes de verano que tenemos a la vuelta de la esquina. Todo depende del nivel de exigencia del momento o de lo fría que esté nuestra cerveza.


Trailer de "Perodactyl"

No puede perdérsela: El incondicional de los dinosaurios en el cine.
Abstenerse: Cualquier otro.
Como verla: En venta en Importación
Emule (en castellano): Pterodactyl Spanish By Tdt.avi
Descarga directa VO con subtítulos:
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Subtítulos: http://files1.subdivx.com/31643.zip

viernes, 7 de mayo de 2010

UNA FRÍA NOCHE DE MUERTE (USA, 1973)

Título Original: A Cold Night's Death. Dirección: Jerrold Freedman. Intérpretes: Robert Culp (Robert Jones), Eli Wallach (Frank Enari), Michael C. Gwynne (Val Adams). Duración: 74 minutos.
 Síntomas: Unos científicos llegan a una base en el antártico para continuar unos experimentos consistentes en observar la reacción de los primates ante situaciones extremas de frío o altitud. Al llegar descubren que el compañero al que tenían que relevar ha muerto congelado y sin aparentes síntomas de violencia. Pronto sentirán que no están solos y que una presencia extraña se cierne sobre ellos: puertas y ventanas que se abren misteriosamente, nerviosismo de los monos, aparatos que dejan de funcionar...

Diagnóstico: La década de los 70 supone, sin lugar a dudas, la época dorada del género (fantástico se sobrentiende) donde encontramos la mayoría de clásicos modernos que han configurado la forma de entender el fanta-terror hoy día: Alien, Jaws, Halloween o Star Wars son sólo algunos de los más ilustres ejemplos, pero la lista sería interminable.

A ello unimos una estupenda promoción de profesionales, sin las ínfulas de autor que contaminan a los jóvenes realizadores de hoy día, que entendían el cine como un oficio de artesano y trabajaban sin ningún tipo de complejo para la televisión, aportando productos más que dignos que hoy sería impensable encontrar en la sobremesa de cualquiera de nuestras cadenas nacionales. En dicha década, la palabra "telefilm" carecía del significado peyorativo que tiene en la actualidad y eran frecuentes los coqueteos con el género fantástico. Como botón de muestra los dos films protagonizados por Kolchack , una especie de periodista especializado en lo sobrenatural o Something Evil (Algo diabólico, 1972) dirigido por un jovencísimo Steven Speilberg, por cierto, ambos protagonizados por el sólido actor televisivo Darren McGavin. "Una fría noche de muerte" forma parte de estos más que dignos telefilms de género realizados con firme conocimiento de causa y que, en ese sentido, supone una auténtica rareza ya que hoy día es un título prácticamente olvidado a pesar de contar con múltiples alicientes.

Lo primero que llama la atención, nada más comenzar su metraje es el contexto en el que nos situamos: una estación experimental alejada de cualquier lugar habitado, donde unos científicos observan las reacciones de distintos primates en condiciones extremas. Inmediatamente el espacio nos remite a la indispensable The Thing (John Carpenter, 1982), donde un grupo de científicos se veían diezmados por una amenaza externa. Y es que un grupo de personas encerradas en un espacio reducido, amenazadas desde el exterior y sin posibilidad de conseguir ayuda, siempre ha dado resultados estimulantes desde que Howard Hawks (por cierto, director no acreditado de la primera versión de The thing) realizara la magistral Río Bravo en 1959.

Prácticamente dos únicos actores soportan el peso de la acción. Robert Culp (inolvidable agente Maxwell en El gran héroe americano) interpreta con solvencia a Robert, más hombre de acción que científico, que desde el primer momento muestra a las claras su desprecio por la misión encomendada y su obligada reclusión. Él es el primero que parece darse cuenta que hay algo extraño, una amenaza indeterminada que crece y parece acorralarles a medida que pasan los días. Junto a él Frank, interpretado por el gran Eli Wallach , que representa al perfecto científico, un hombre que disfruta con pruebas y análisis, que niega en todo momento la existencia de cualquier misterio que ponga en duda su lógica racional. El choque de las dos dispares personalidades no tarda en llegar a medida que los sucesos extraños se suceden. Robert intenta abrir los ojos a Frank, mientras que este no ve sino una estrategia de su compañero para forzar la evacuación de los científicos. La amenaza latente servirá de detonante para la aparición de viejos fantasmas personales en forma de mutuas recriminaciones.
El planteamiento inicial es apropiado para producir la inquietud en el espectador ya que este no tiene más datos que los protagonistas, descubriendo los extraños acontecimientos al mismo ritmo que estos. El problema que impide que el film llegue a redondear sus resultados es, por un lado, la morosa dirección de Jerrold Freedman, curtido realizador televisivo que aquí ofrece una puesta en escena demasiado funcional, con una fotografía plana que no aprovecha en su totalidad las posibilidades del inquietante decorado. Por otro lado, Freddman tampoco consigue mantener el equilibrio del relato durante todo el metraje, retardando demasiado la solución al misterio. Esto hace que, una vez que el espectador ha hecho ya sus propias conjeturas, necesite la confirmación de algunos interrogantes para que la narración avance con fluidez y así evitar los tiempos muertos.

A pesar de ello, un desasosegante uso del sonido y la música, las soberbias interpretaciones de Culp y Wallach y esos quince últimos minutos realmente inquietantes, hacen que el balance sea decididamente positivo. La ausencia de todo efectismo sanguinoliento y la resolución nada enfática del film consiguen generar en el espectador un verdadero sentimiento de incomodidad que se ve potenciado en el plano final, donde el personaje interpretado por Wallach observa como sus más terribles sospechas (las nuestras en realidad) se ven confirmadas.


Robert Culp en busca de su misterio

No puede perdérsela: El amante del terror en su vertiente más metafísica.
Abstenerse: El que busque horror y sangre de un modo explícito.
Venta: No editada en DVD. En su día si llegó a estrenarse en VHS.
Emule: Una Fria Noche De Invierno By Paracaidista (Terrorfantastico&Hispacine) Ii Aniversario.avi